
Es decir, repetir una mala experiencia o bien los sentimientos que nos llevan a ella, inunda el cerebro una combinación de sustancias químicas particular de ese sentimiento, y esta combinación vuelve a producirse cuando el individuo recuerda experiencia, hasta el punto de crearse una adicción a estas sustancias químicas.
Esta dependencia impulsará al sujeto a realizar conductas negativas, gobernadas por esta adicción. El cerebro es suficientemente plástico como para que a través del pensamiento cualquiera pueda potenciar la liberación de otras sustancias químicas y romper con la configuración que le define neurológicamente.
Por lo tanto, la personalidad no sería algo fijado. Según Dispenza: “podemos reinventarnos porque cuando me invento una personalidad, el cuerpo cambia”. Aunque el cerebro experimenta cambios genéticos hasta los 25 años, “cada vez que aprendemos y tenemos experiencias nuevas, cientos de miles de neuronas se reorganizan”.
Fuente: Joe Dispenza